Cómo mantener tu calefacción en pleno invierno

«No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes». Este popular dicho aplica perfectamente a una situación más común de lo que puede parecer: el mantenimiento y revisión de la calefacción. Al no ser un aparato de uso habitual durante todo el año, es frecuente que nos acordemos de revisarla casi en el momento en el que necesitamos utilizarla. No obstante, hay una serie de factores en los que te puedes fijar para realizar un buen mantenimiento de la calefacción en invierno y detectar posibles averías rápidamente si las hubiera.

Ante la hipotética llegada de una nueva «Filomena», muchas personas se prepararon para hacer frente a la bajada de temperaturas que llegaría la última semana de enero. Finalmente, no se repitió el mismo fenómeno que hace un año, aunque sí se ha notado drásticamente el descenso térmico.

En pleno invierno, uno de los ‘must’ de cualquier hogar es mantener la calefacción, evitando así que se estropee cuando más se necesita. Pero, ¿cuáles son las claves para conservarla en perfecto estado? Y, ¿qué puede producir daños en el sistema de calefacción?

Lo primero que debes pensar es que la calefacción se suele utilizar durante pocos meses al año, por lo que es normal que se posponga la revisión hasta que llega el momento de encenderla. En ocasiones, no es hasta entonces cuando te das cuenta de lo necesario que es revisar la caldera y mantener los sistemas de circulación del aire y ventilación. El problema es que, si hay algún problema, puede que llegues tarde a resolverlo.

Causas por las que se puede estropear la calefacción

Antes de profundizar acerca de cuál es el mantenimiento adecuado de la calefacción en invierno, cabe reflexionar sobre cuáles son las posibles causas de este desgaste, que pueden ser de diversa índole:

  • Exceso de suciedad en el radiador: si pasa mucho tiempo sin que se utilicen los radiadores, estos tienden a acumular restos y suciedad en la parte inferior, impidiendo que el agua caliente circule por todo el recorrido. Si esto ocurre, la principal consecuencia es que el radiador no se calienta. Por ello, es conveniente purgar periódicamente todos los radiadores de la casa, y dejar siempre alguno abierto.
  • Fallo en el termostato: la mayoría de hogares en los que la calefacción es individual cuentan con un termostato, que es una pequeña caja conectada con la caldera a través de la cual puedes regular la temperatura. No obstante, puede ocurrir que esta conexión no se haya realizado adecuadamente y, por tanto, el termostato no «transmita» esta señal al sistema de calefacción. En este caso, las causas pueden ser las más simples, como un desgaste de la pila o un cable suelto.
  • Presión baja: otro motivo relativamente habitual que puede tener lugar, sobre todo cuando se utiliza de repente con más frecuencia la calefacción, es una bajada de presión de la caldera.
  • Fallo en la bomba de recirculación: esta es otra de las averías más frecuentes, si bien en este caso es importante avisar a un técnico profesional para repararla.

Cabe señalar que estas son solo algunas de las causas más frecuentes, si bien no son las únicas que pueden producir daños en tu sistema de calefacción. A su vez, estos pueden ser de diversa naturaleza según el tipo de calefacción que tengas, elementos externos como la temperatura exterior, o la antigüedad del equipo.

Cómo realizar un mantenimiento de la calefacción adecuado en invierno

Una vez has comenzado a utilizar la calefacción ante la llegada del frío, cabe preguntarse qué hábitos podemos llevar a cabo para reducir el riesgo de deterioro. El Reglamento de Instalaciones Térmicas en los Edificios (RITE), define todas las indicaciones de obligado cumplimiento en cualquier sistema de calefacción o refrigeración, tanto si se trata de calefacción mediante caldera como si es de otro tipo como suelo radiante.

  1. Comprobar el estado de las conexiones del circuito: como hemos comentado antes, uno de los problemas que puede ocasionar un fallo en la calefacción es el hecho de que haya algún cable suelto o flojo que no establezca bien la conexión entre el calefactor y el termostato.
  2. Vigilar la presión: como decía Aristóteles, en el término medio está la virtud. Una presión demasiado baja o excesivamente alta pueden producir daños en el sistema y dejar ciertas piezas y componentes inservibles. Lo habitual en las calderas actuales es que la presión oscile entre 1,2 y 1,5 bares. No obstante, dicha información debe figurar en la propia caldera, puesto que los fabricantes están obligados a proporcionarla.
  3. Limpiar los filtros: la obstrucción de los filtros también es otro de los factores que puede ocasionar un fallo en el arranque de la caldera. Si el aire no circula correctamente, la caldera no comenzará a funcionar.
  4. Mantén una temperatura constante: las subidas y bajadas de temperatura excesivas no benefician a los sistemas de calefacción. Un incremento brusco y repentino de la temperatura puede ocasionar daños en el sistema, además de elevar el consumo energético y, por consiguiente, la factura de la electricidad. Asimismo, es recomendable someternos a una temperatura constante, en lugar de experimentar subidas y bajadas continuas, que pueden incluso dañar a nuestro sistema inmune.
  5. Comprueba si hay fugas de aire: si las rejillas no están bien selladas, puede producirse un escape de aire que provoque un mayor gasto energético y, por tanto, puede hacer que el calefactor reduzca su vida útil. Para evitarlo, asegúrate de sellar cualquier conducto por el que pueda salir el aire.

El correcto mantenimiento de la calefacción es una tarea que requiere cierta periodicidad y constancia, a fin de evitar problemas mayores que impidan su funcionamiento. Como has visto, hay ciertas acciones que puedes realizar tú mismo, pero hay otras que requieren la intervención de un técnico profesional. Lo más recomendable es confiar en un proveedor especializado que realice un mantenimiento periódico. Asimismo, las épocas más recomendables para llevar a cabo esta tarea son la primavera y el otoño, puesto que es cuando las temperaturas se suavizan más y, por tanto, no es tan necesario activar la calefacción o el aire acondicionado.

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